En 1996 asistimos al primer gol de oro de la historia en un gran torneo internacional, un tanto doblemente histórico, ya que permitió a Alemania alzar el trofeo en Wembley.
La regla del gol de oro se introdujo en 1993 con el objetivo de poner fin a las tediosas prórrogas y reducir las posibilidades de que los partidos se decidieran en la fatídica tanda de penales.
En un principio, la norma funcionó, dando lugar a partidos más emocionantes, pero hasta 1996, ningún gran partido se había decidido bajo los términos de la nueva norma.
De hecho, dos de los cuartos de final del torneo continental se decidieron en la tanda de penaltis y también las dos semifinales siguieron el mismo camino.
Sin embargo, el primer gol de oro llegaría en un momento crucial, la final de 1996 que enfrentó a Alemania, subcampeona de la Eurocopa 1992, y a la República Checa, con una de las conclusiones más dramáticas de un europeo.
Alemania y la República Checa quedaron encuadradas junto a Rusia e Italia, subcampeona del mundo en 1994, en un Grupo C que se presentaba muy competitivo.
Los dos finalistas se enfrentaron en el primer partido del grupo, y Alemania, favorita antes del torneo, se impuso por un cómodo 2-0.
A continuación, los hombres de Berti Vogts se deshicieron de Rusia por 3-0, gracias a un doblete de Jürgen Klinsmann en la segunda parte y a un gol del mejor jugador del torneo Matthias Sammer, mientras que la República Checa dio la campanada al derrotar a Italia por 2-1.
La República Checa necesitaba igualar el resultado de Italia en su último partido para pasar a cuartos de final, y lo consiguió en circunstancias dramáticas a falta de dos minutos para el final, Vladimir Smicer marcó el gol que dio el pase a la República Checa a costa de Italia.
En cuartos, Alemania se impuso a Croacia (2-1), mientras que la República Checa se deshizo de Portugal con un gol de Karel Poborsky.
En semifinales, los checos se impusieron a Francia en la tanda de penales, tras 120 minutos sin incidentes ni goles. Por otro lado, la semifinal de Alemania no tuvo nada de monótona, ya que se impuso a la anfitriona Inglaterra desde el punto fatídico.
El equipo alemán estuvo plagado de lesiones y sanciones antes de la final. En ataque, el delantero Fredi Bobic era baja de larga duración, y el capitán Jürgen Klinsmann fue titular junto a Stefan Kuntz pese a estar tocado.
Los problemas de lesiones dieron la posibilidad al también delantero Oliver Bierhoff de salir desde el banquillo durante el encuentro, quien acabaría capitaneando a su país y sellando posteriormente un lucrativo traspaso al AC Milan.
Bierhoff llegó a la Eurocopa 1996 como suplente de Kilnsmann, después de que en su temporada de debut en el Udinese contribuyera con 17 goles en 31 partidos, después de tres años en la Serie B con el Ascoli.
Hasta la gran final, sus apariciones en el torneo se limitaron a una titularidad y una suplencia en la fase de grupos, ya que las lesiones y la preferencia por elegir a Klinsmann y Kuntz antes que a él lastraron sus posibilidades.
En la final, Bierhoff saltó al terreno de juego desde el banquillo, y su efecto fue inmediato: remató de cabeza un centro de Christian Ziege para empatar en el minuto 73.
El partido se fue a la prórroga después de que ninguno de los dos equipos lograra imponerse durante los 90 minutos, con la perspectiva de un gol de oro que decidiera la final. En el minuto 95, Bierhoff recibió el balón de Klinsmann y realizó un disparo a puerta sin excesiva violencia ni colocación.
Un defesa se interpuso en la trayectoria, pero incluso con el desvío no debería haber sido suficiente para engañar al guardameta Petr Koubadelguna, no obstante el balón se le escurrió entre las manos y encontró el fondo de la red.
Fue un momento inédito cuando el árbitro pitó el final del partido por anotar un gol. Alemania había borrado el fantasma de su inesperada derrota en la final de 1992 ante Dinamarca y Bierhoff había escrito su nombre en la historia.
Curiosamente, la regla que hizo famoso al alemán terminó provocando el efecto contrario a largo plazo. A menudo resultaba en prórrogas conservadoras y tácticas en los que los equipos evitaban correr riesgos para no conceder el gol definitivo. En consecuencia, la FIFA la eliminó en 2004.
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