Analizamos a que se refiere este término tenístico siempre presente en los torneos. Cómo se realiza la elección y cuáles son los casos más exitosos.
Recibir una segunda oportunidad no es para todos. Desde este punto de vista, el deporte representa un ejemplo extraordinario porque nos ofrece siempre un nuevo reto de vencer para redimirnos. En el tenis se llega incluso más lejos, y la oportunidad se presenta incluso dentro del mismo torneo en el que se ha sido eliminado. Se llama “lucky loser”, literalmente "perdedor afortunado". Este término se utiliza para indicar a un jugador que, después de haber sido derrotado en las eliminatorias, vuelve a entrar en el cuadro principal de un torneo, generalmente debido a la retirada de un jugador regularmente clasificado.
La retirada puede deberse a diversos motivos, como lesión, enfermedad o descalificación. La repesca, por otro lado, normalmente se hace sorteando a los cinco mejores jugadores de un ranking determinado, por ejemplo, WTA o ATP dependiendo de si son mujeres u hombres.
Ya lo hemos mencionado anteriormente, pero en realidad el principio es diferente según el tipo de torneo. Ya sea ATP o Challenger, la cuestión es sencilla: si hay abandono, entra al cuadro principal el mejor situado entre los disponibles. Puede ocurrir, de hecho, que no todos sean capaces de continuar en una competición en la que ya han sido eliminados simplemente porque han abandonado ese destino o están ocupados en otro lugar.
En los Grand Slams, sin embargo, las reglas sufren un cambio pequeño pero significativo. De hecho, se realiza un mini sorteo entre los cuatro mejores clasificados, a partir del cual se establece el orden de prioridad. De esta manera, el jugador que haya conseguido la mejor colocación ya no tiene un 100% de posibilidades de volver a la partida en caso de retirada, sino tan solo un 25% en un hipotético premio repartido equitativamente entre los candidatos.
Emblemático, desde este punto de vista, fue el caso de Justin Gimelstob en la edición de 2005 de Wimbledon: el jugador tenía problemas de espalda y creía no estar en condiciones de saltar a la pista para su partido de clasificación contra George Bastl. Sin embargo, los oficiales le aconsejaron que saliera al campo, aunque fuera para un solo partido. De hecho, era el jugador con mejor ranking en la fase clasificatoria y casi todos estaban seguros de que se quedaría fuera. El estadounidense, en cambio, jugó, perdió y luego aprovechó el retiro de Andre Agassi para alcanzar la tercera ronda de la competición, donde fue derrotado por Lleyton Hewitt.
Aquellos que parten desde una posición desfavorecida no siempre tienen que sucumbir sin la posibilidad de progresar en el torneo. De hecho, la historia del tenis está llena de ejemplos en los que los “lucky loser” lograron no sólo sorprender, sino también ganar el evento como auténticos outsiders. Uno de los casos más famosos es el de Goran Ivanišević, que en 2001 ganó Wimbledon tras ser eliminado en la fase previa, perdiendo así el acceso directo al cuadro principal.
La racha del croata fue realmente increíble, con victorias impredecibles sobre oponentes de primer nivel, incluidos Patrick Rafter en las semifinales y Tim Henman en los cuartos de final. Finalmente, en una memorable actuación en el último suspiro, Ivanisevic derrotó a Pat Rafter en cinco sets (6-3, 3-6, 6-3, 2-6, 9-7), capturando así su primer y único título de Grand Slam.
Gustavo Kuerten hizo algo similar cuando saltó a la fama internacional en el Abierto de Francia de 1997 al vencer en la final al español Sergi Bruguera, número 19 del mundo y ya dos veces ganador en París. En términos generales, este papel siempre ha tenido una conexión especial con Bélgica: basta pensar en los cuartos de final alcanzados en Wimbledon por Dick Norman en 1995 y David Goffin en 2014.
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